La noche del Viernes Santo en Salamanca tiene como protagonista a Nuestra Señora de La Soledad, obra bellísima de Mariano Benlliure y una de las más veneradas de la ciudad.
Historia
La Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad se fundó en 1645 por el gremio de zapateros de Salamanca. Su principal misión fue asistir y acompañar hasta el último momento a los condenados a muerte. Tuvo su sede en la antigua iglesia de San Román, pero con su desaparición a finales del siglo XIX peregrinó por diversos templos hasta instalarse en 1922 en la Capilla de la Luz de la Catedral Nueva. Será por esos años -1890- cuando empiece a desfilar en las procesiones de Semana Santa. En la actualidad la forman cerca de 3000 hermanos, casi un tercio de los aproximadamente 10.000 adscritos a las cofradías salamantinas.
Han sido varias las imágenes de Virgen de la Soledad con las que ha contado la cofradía a lo largo de su historia. La actual fue encargada a Mariano Benlliure en 1940. No era fácil conseguir que Benlliure realizase la imagen, pero la cofradía contó con la ayuda de Pla y Deniel, obispo de Salamanca, quién contactó directamente con el artista. El escultor aceptó el encargo por un precio de 15.000 pesetas. Su modelo para la imagen fue la señorita Lilí Lafita Portabella, hija de unos amigos de Zaragoza.
Como curiosidad, Benlliure acabó de rematar la obra una hora antes de la bendición, que se efectuó el Domingo de Ramos de 1941. Ese año desfiló en la procesión pero a muchos no les gustó la dureza de los rasgos de la talla, por lo que el autor la modificó sin cobrar nada a cambio. En agradecimiento fue nombrado Hermano Honorífico de la Hermandad.
La imagen responde al canon de belleza habitual en la obra de Benlliure: una mujer joven, de rasgos muy actuales que sigue el modelo de belleza de la época. No hay excesos en los gestos, todo lo contrario, a través de la gran serenidad de su rostro transmite un profundo dolor por la pérdida del hijo. Al contemplarla impresiona su realismo y la serenidad de sus facciones, hasta el punto de que se tiene la impresión de estar delante de una mujer real. Tal es el dolor, contenido y sereno, que trasmite.
El ajuar
En 1964 estrenó el manto que lleva en la procesión del Viernes Santo. Es de terciopelo negro recamado con hilos de plata y perlas. Fue bordado por las monjas Adoratrices y pesa más de 60 k.
La corona de plata de la virgen fue realizada en los años 30 en la joyería Cordón. En 1960 el mismo joyero, y hermano de la Cofradía, coloca en el rostro de la Virgen cinco lágrimas de diamantes rosa. Todo el ajuar dona
do por los fieles de la Virgen fue robado el 30 de marzo de 1985 y nunca fue recuperado. A partir de este hecho se recibieron numerosas donaciones con las que recomponer el ajuar.
La carroza
La imagen desfila en un paso de palio, del estilo de los tronos malagueños, realizado en metal plateado por los Talleres Pedro Ruiz de Vitoria en 1930. En 1993 se adornaron los laterales con plata repujada, colocando 3 emblemas de la Hermandad y rematando los banzos externos con grandes tallas bañadas en plata. La carroza se remata con palio de 8 varas y las dos toneladas y medio de peso la soportan 75 cofrades que no se relevan en todo el recorrido de la procesión.
Hábito y emblema
El desfile se caracteriza por la elegancia y la sobriedad. Los cofrades visten de luto riguroso. Los únicos elementos que destacan sobre la túnica negra son el anagrama y la medalla distintiva de la hermandad.
El anagrama de la hermandad está compuesto por una corona de espinas con los tres clavos inscritos, todo ello en blanco sobre fondo negro.
Marchas fúnebres como la Madrugá de Abel Moreno Gómez, Mater Mea o la Crucifixión, de Jaime Gutiérrez acompañan a la procesión en su recorrido.
Donde seguirla:
Esta procesión, es una de las más seguidas por los salmantinos. Marchas fúnebres como la Madrugá de Abel Moreno Gómez, Mater Mea o la Crucifixión, de Jaime Gutiérrez. acompañan a la procesión en su recorrido dotándola de un carácter solemne y emotivo.
Uno de las imágenes más impactantes es la salida de la Catedral, cuando la multitud congregada a la puerta recibe a la Virgen con una lluvia de pétalos de flores. La llegada al Convento de San Esteban es otro de los momentos solemnes; los cofrades de la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte salen a recibir a la de la Soledad y acercan hasta al dintel de la puerta a Nuestra Señora de la Esperanza. Dos imágenes de la Virgen frente a frente, una nos muestra el profundo dolor por la muerte del Hijo, la otra nos invita a la esperanza en la resurrección. Pero el momento culmen es su llegada a la Plaza Mayor, cuando se apagan todas las luces y suena el Ave María desde el balcón del Ayuntamiento.
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Asociación Visitas Plaza.
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