En la Capilla de la Veracruz se venera desde 1622 la única obra conservada en Salamanca del escultor Gregorio Fernández. Desde entonces ocupa el camarín del retablo realizado por Joaquín de Churriguera. Con ocasión del centenario de su realización ha sido depositada en la nave de la Iglesia, donde los visitantes pueden apreciar detalles de esta obra que antes resultaban prácticamente imperceptibles.
La iconografía de la Inmaculada surge del fervor popular hacia el misterio de la Inmaculada Concepción que alcanzó su máxima expresión en Andalucía a lo largo del siglo XVII. En Salamanca la devoción inmaculista se pondrá de manifiesto con los votos y juramentos de defensa del misterio de la Inmaculada realizados por la Universidad y la Ciudad en 1617 y 1618, respectivamente.
El 2 de junio de 1620 la Cofradía de la Veracruz y de la Inmaculada Concepción firmó con Gregorio Fernández el contrato de una de las imágenes que se convertiría en modelo para otras piezas de la época.
Una de las principales aportaciones de Gregorio Fernández a la iconografía barroca española fue la creación de un modelo en la representación de la Inmaculada, modelo que fue repetido en infinidad de imágenes por el propio artista y copiado por sus seguidores. Representa a María como una adolescente, con una disposición frontal, simétrica y estática. Su melena cae simétricamente sobre el manto en forma de largos cabellos ondulados. Las manos se juntan en actitud de oración en el centro del pecho, dando ese gesto una sensación de quietud, de inmovilidad. Adornan la imagen la corona con las doce estrellas, los rayos dorados que a modo de mandorla rodean la imagen y la luna bajo sus pies.
Viste una amplia túnica blanca cubierta con un manto azul. El manto cae en vertical por los lados y se quiebra en la parte inferior en forma de duros pliegues que adquieren un aspecto metálico, en la espalda aparece recogido con un alfiler, lo mismo que lo hacían las damas de la época. El efecto se repite en la túnica, anudada a la cintura por un cíngulo, cuyos pliegues también son excesivamente duros y metálicos.
Pero la Inmaculada de la Veracuz de Salamanca supera al resto de sus obras por la magnífica policromía aplicada por el pintor Antonio González, en la que aparece representado todo el mundo simbólico de la Inmaculada Concepción (medallones con las letanías, las virtudes teologales y escenas de la vida de la Virgen).
Las Letanías
En la orla dorada del manto se representan, dentro de medallones, algunas de las letanías del Cantar de los Cantares: el pozo, la torre de David, la fuente, el ciprés, la palmera, el sol y la serpiente del Paraíso con la manzana en su boca, porque María es la nueva Eva, concebida sin pecado para acoger y darnos a Jesús.
Las Vitudes teologales
El manto se abre por delante dejando a la vista una bella túnica blanca y dorada, decorada ricamente y atada sobre su cintura con un cingulo. Entre los pliegues, duros y metálicos, aparecen las tres virtudes teleogales.
Escenas de la vida de la Virgen
En el interior de unos óvalos aparecen cinco escenas de la vida de la Virgen: la Presentación de María en el Templo, los Desposorios con San José, La Presentación de María en el Templo, el Abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada, la Anunciación y el Sueño de José.
Desde 1892 la Inmaculada es oficialmente la patrona de la Infantería española, pero ya desde siglos antes, desde la victoria de Empel frente a los holandeses en 1585, la Inmaculada se había convertido en patrona de los tercios españoles.
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