SEGOVIA DE PIEDRA Y LUZ

Segovia, es tan hermosa….
Segovia es hermosa por dentro y por fuera, en las distancias cortas y desde que la ves aparecer en la lejanía.
Pero al igual que toda Top Model tiene sus mejores ángulos, Segovia ofrece sus mejores caras a quien sabe recorrerla poco a poco, a quien se atreve a explorar sus rincones más ocultos y entonces, nunca te defraudará.

Su cuerpo es piedra tallada al unísono por la historia y la naturaleza y su espíritu es pura luz que nunca deja de sorprenderte.
Guerrera, valiente, industriosa, hospitalaria, fiestera, jubilosa, apetitosa, religiosa e incluso mística, y siempre eterna musa que ha inspirado a artistas de todas las artes.
Conocemos a los grandes escritores que la han ensalzado, como Antonio Machado, a pintores de renombre que la dejaron inmortalizada en sus obras, ahí es el caso de Ignacio Zuloaga, pero más extraordinaria y extensa es su incalculable y anónima influencia que queda irremediablemente atesorada en el sentir de quienes, al menos un día, se han acercado a ella.
Y no vayas a creer, viajero, aunque mucho la recorras, que ya la conozcas, Segovia parece preferir crecer con los años, no en habitantes, sino en mostrarnos más espacios con encanto.

Quién diría que cuando la muralla ejercía su función defensiva, era prácticamente inexistente la vegetación cercana a sus muros, pues era necesario un cinturón perimetral de terreno despejado para detectar cualquier posible ataque. De la propia ciudad, Enrique III decía en 1392, que estaba “yerma y mal poblada”.
La zona intramuros disponía de abundante espacio libre, con huertas, eriales y barrancos, especialmente en la vertiente norte hasta la línea más baja de la muralla. El perímetro adyacente y laderas extramuros estaban casia ausentes de verde. Incluso el cementerio judío, sobre la Cuesta de los Hoyos, crecía muy poca vegetación. Sin embargo, los fondos de los valles del Eresma y Clamores, contaban con huertas, molinos y batanes, su ajetreo y exultante verdor contrastaría con la parquedad del ocre de los muros, rocas y laderas altas.

La imagen de Segovia que nos proporciona Anton van den Wyngaerdeen 1562, da buena fe aún de ello. Pero ya a partir de entonces, el Consejo inicia un ambicioso plan para allanar la ribera del Eresma,  organizar caminos y sobre todo, prohibir la entrada de cerdos en ella porque la “fechan a perder”. La creación de un cinturón verde rodeando la ciudad estaba en marcha. En 1583, Felipe II funda la Casa de la Moneda, con un delicioso jardín interior para su disfrute y hoy espacio abierto al público para recitales y pequeños conciertos.

Hoy se puede afirmar que Segovia, en proporción a sus dimensiones, ofrece como ninguna otra ciudad lugares privilegiados por su hermosura paisajística y repletos de legado histórico. La mayoría de las veces, se hallan fuera de las rutas más transitadas por los turistas por lo que su descubrimiento requiere de un buen guía cualificado y conocedor de sus mejores momentos lumínicos.

Esteban Vicente, decía: “Pintar no es pensar, es sentir” , te invitamos asentir Segovia en toda su belleza y profundidad.

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