MONASTERIO DEL PARRAL (SEGOVIA)

La Asociación de Guías de Turismo de Segovia te acercamos esta semana a uno de los lugares con más encanto de la ciudad

“De los huertos al Parral, paraíso terrenal”, dice un viejo proverbio segoviano; y es que, el Monasterio del Parral, enclavado en la ribera del río Eresma, es un lugar privilegiado por la naturaleza de su entorno: huertos, valles, praderas… y una alameda con más de cuatro siglos. Muy, pero que muy recomendable el paseo en cualquier época del año y, diría, a cualquier hora del día: su variada vegetación, el sonido del río Eresma, el cantar de los pájaros…en fin, es todo un placer, no sólo para los segovianos sino para todo aquel que visite nuestra ciudad.

Retablo de la iglesia

No es de extrañar que aquí tuvieran lugar las primeras fundaciones monásticas y donde en 1447 Enrique IV, siendo aún príncipe, mandara erigir este monasterio Jerónimo aunque, eso sí, bajo el nombre de Juan Pacheco, marqués de Villena y camarero mayor del futuro rey, ya que no estaba muy bien visto que un príncipe promoviera edificios sin ser rey.

No hay que olvidar que Enrique IV pasó en Segovia buena parte de su infancia, por lo que siempre sintió gran afecto por la ciudad y favoreció con privilegios.

Era este un rey de profunda religiosidad, de ahí su interés por tener, no muy lejos de su residencia habitual – el Alcázar-, un lugar para sus momentos espirituales y donde practicar los oficios divinos bajo la advocación de la orden jerónima que se encontraba entonces en pleno esplendor; y ahí encontró el sitio adecuado: estaría protegido del frío al abrigo d las “rocas grajeras”, donde el sol ilumina desde la mañana a la noche, las fuentes son caudalosas, y donde hubo una ermita, llamada Nuestra Señora del Parral, ya que estaba cubierta por una parra, muy frecuentada por los segovianos ( sabrosas era sus uvas…)

Cuando fallece su padre, Juan II, en 1454, Enrique IV, ya en condición de monarca asume como propia la fundación e inicia las obras en donde intervinieron varios maestros, siendo el más destacado el segoviano Juan Gallego, quien siempre se ajustó a los requisitos de la orden jerónima -tenía que tener una iglesia y cuatro claustros- y quien demostró además tener una gran habilidad a la hora de disponer las aguas, recogerlas y distribuirlas en un terreno tan áspero.

En la cara norte dispuso la Iglesia, bien protegida por las rocas; al sur el Claustro Principal o de las Procesiones, y tres claustros más: el de la Enfermería o Botica, el de la Hospedería y el de la Portería.

Fue un largo proceso, pues a la muerte del monarca en 1474, hubo una grave crisis sucesoria, lo que provocó la paralización de las obras durante un largo periodo, así que, hubo varios arquitectos que, curiosamente todos se llamaban Juan: Juan Guas, Juan Ruesga y Juan Campero.

Lástima que Enrique IV nunca pudo ver el resultado final siendo este uno de sus rincones favoritos y donde, dicen, quiso ser enterrado, pero en su lugar descansan los restos de Juan Pacheco, su camarero mayor, mientras que los del monarca se encuentran en Guadalupe.

El Monasterio del Parral, a pesar de lo que sufrió a lo largo de la Historia, especialmente durante la Guerra de la Independencia y, como consecuencia, la Desamortización en 1835, conforma uno de los conjuntos monásticos más interesantes de España

¡No te lo puedes perder, en un mismo lugar podrás disfrutar de naturaleza, arte, espiritualidad…!

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