Recuerdos del acueducto

Pues sí, ahora que me pongo a pensar, me doy cuenta de todas las cosas que he vivido en esta hermosa ciudad.

De ser un peñón casi despoblado pasó a ciudad romana y de importancia, en la que incluso se llegó a acuñar moneda. Aquí, mi papel fue fundamental: el agua que llegaba por mi canal, después de un largo recorrido desde la montaña, se guardaba en aljibes y permitía en aquellas fechas remotas disfrutar del lujo del agua abundante. Lástima que queden tan pocos restos de la ciudad romana…

Ya en aquellos tiempos las gentes que llegaban a Segovia se asombraban de la majestuosidad de mi obra, de mis arcos perfectos o de la calidad de mis sillares… Más o menos, lo mismo que ahora ocurre, cada minuto del día o de la noche, entre los innumerables visitantes que se pasman delante de mí.

Después de los romanos que me dieron la existencia llegaron llegaron otros invasores. Visigodos y musulmanes formaron una sociedad plural y rica culturalmente y me respetaron hasta que el rey Al-Mamun (seguramente con la intención de conquistar la ciudad y rendirla por falta de agua) decidió derribar algunos de mis arcos. No consiguió su propósito pero mi fábrica se quedó incompleta y fue necesario rehacer el canal de prisa y corriendo para asegurar el suministro de agua a las gentes que por entonces aquí vivían.

Alfonso VI reconquistó y repobló estas tierras. Llegó el románico y Segovia de fue conformando en parroquias alrededor de sus iglesias, en arrabales bulliciosos. Se construyó la catedral de Santa María, una treintena de iglesias y conventos, el barrio de los Caballeros y Las Canonjías, la muralla… Y se convirtió en ciudad, a la cabeza de su Comunidad y Tierra.

Fue otro Alfonso, el VIII, el que amplió el alcázar convirtiéndolo en una de las residencias favoritas de los reyes de Castilla. Incluso el rey Alfonso X El Sabio construyó en él un observatorio astronómico, donde pasaba su tiempo observando los movimientos de los astros en el firmamento.

Fueron años de intrigas palaciegas, incluso de traiciones, cuando los hombres y las mujeres se reunían en las iglesias, las sinagogas y las mezquitas para orar y celebrar sus fiestas, año tras año y cosecha tras cosecha. Aún hoy, el sonido de las viejas campanas espanta los vencejos que vuelan alocados entre mis arcos.

Pero los años que más me gusta recordar son los de aquel siglo XV, cuando el rey Enrique IV hablaba de su Segovia, cuando llegó la imprenta, años difíciles por las disputas y los intereses personales que dieron lugar a la proclamación de Isabel I como reina de Castilla. Sí, uno de los hechos más importantes en la historia de España tuvo lugar en Segovia y yo aún recuerdo aquel 13 de diciembre de 1474 con emoción.

Muchos segovianos de entonces se dedicaban a oficios y menesteres relacionados con la lana y algunos se hicieron ricos esquilando ovejas y procesando los vellones que serían la materia prima y fundamental para tejer los paños segovianos que se hicieron tan famosos que, incluso el rey Enrique VIII de Inglaterra, según contaban, presumía de tener un traje de este tejido excelente.

Vi en 1520 sacudirse la ciudad con la Guerra de las Comunidades y escuché el llanto por la ejecución de Juan Bravo, el caballero airoso que levanta su pendón al viento con gesto de orgullo en la Plaza de Medina del Campo, y que día tras día es el blanco de las fotos de los turistas…

Vi a Felipe II casarse con Ana de Austria en el alcázar y las fiestas y adornos que se hicieron para celebrarlo; vi a Cristóbal Colón, a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, la llegada de las tropas de Napoleón, los primeros aeroplanos, vi a don Antonio acudir a sus clases, a María Zambrano, la Guerra Civil… Y hora veo familias y amigos, actores de cine y famosos que vienen a verme, y les escucho que soy una de las más hermosas obras de ingeniería romana de todo el mundo, y siento orgullo por ello.

Siempre, lo que mas me gustaba, eran los mercados en la Plaza del Azoguejo, escuchar la charla de los vendedores de legumbres o cacharros de barro. Y aún ahora, me alegro con las fiestas y la música a mis pies, y espero permanecer en pie durante muchos siglos más para disfrutar de las más hermosas puestas de sol y del vuelo de los vencejos entre mis arcos…

Segovia, San Juan y San Pedro 2023.

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